Capítulo 2: El Misterio del Monte

Sofía, aferrada a la libreta de su bisabuelo, se sintió una arqueóloga de lo invisible. El Morbus Obscurum no solo petrificaba, sino que parecía susurrar una llamada primigenia a sus víctimas. El patrón era siempre el mismo: los infectados, antes de caer en el sueño profundo, experimentaban una fase de deambulación, un trance en el que sus cuerpos se movían sin rumbo aparente, siempre en dirección al espeso monte chaqueño que rodeaba Sáenz Peña.

Los primeros en notarlo fueron los familiares desesperados. Un vecino que buscaba a su padre con «El Sueño de Piedra» lo vio desaparecer entre la maleza. Al principio, se pensó que era desorientación propia de la enfermedad, o quizás un último instinto de huida. Pero cuando la situación se repitió una y otra vez, la policía y los equipos de rescate empezaron a mapear los movimientos de los afectados. Los resultados eran inquietantes: todos se dirigían hacia el mismo punto cardinal, hacia la densa masa verde que se extendía sin fin más allá de los límites de la ciudad.

El problema era que acercarse al monte se volvió casi imposible. Los drones de vigilancia, equipados con cámaras térmicas, mostraban una concentración inusual de esporas virales en la zona. El aire se volvía denso, casi palpable con la amenaza invisible. Quienes intentaban aventurarse, aun con trajes de protección, experimentaban síntomas leves de adormecimiento, mareos y una extraña sensación de desapego, como si su propia mente se estuviera disociando. Esto hizo que las incursiones fueran extremadamente peligrosas y finalmente prohibidas.

Sofía, en su desesperación por entender, revisó las últimas anotaciones de Ivan. Había un pasaje en particular que le heló la sangre: «La cepa… una simbiosis parasitaria. Se alimenta de la actividad neuronal… y de la vida misma de la tierra. Cuando el huésped llega a su límite, busca un punto de anclaje, una fuente de energía más profunda.» ¿»Vida de la tierra»? La frase resonaba con una mística que Ivan, como médico, nunca se habría permitido si no hubiera sido por alguna observación anómala.

Con la ayuda de un viejo baqueano que conocía el monte como la palma de su mano, Sofía empezó a trazar los posibles caminos. El baqueano, pese a sus temores, le habló de «lugares energéticos», sitios donde la tierra parecía «respirar» de una forma diferente, donde los árboles crecían con una fuerza inusual y donde, ocasionalmente, los animales se comportaban de manera extraña. Eran leyendas, claro, pero en medio de la locura viral, Sofía estaba dispuesta a explorar cualquier pista.

Las imágenes satelitales revelaron un patrón: las desapariciones convergían hacia un área específica dentro del monte, una zona de densa vegetación que no mostraba signos de incendios recientes ni de actividad humana significativa en décadas. Era como si el monte mismo estuviera atrayendo a los infectados, absorbiéndolos en su verdor inexpugnable. El miedo creció. ¿Estaba el virus modificando el comportamiento de las personas? ¿Y qué hacían allí, en ese lugar inhóspito? La idea de cientos, quizás miles de personas petrificadas y abandonadas en la inmensidad del Chaco, era una pesadilla. El monte, antes un símbolo de vida y biodiversidad, se había convertido en un sepulcro verde y misterioso.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te lo Perdiste

🌙 ¿Dormir con un Gato Puede Ayudarte a Dormir Mejor?

🌙 ¿Dormir con un Gato Puede Ayudarte a Dormir Mejor?
La profesión que venció a la IA

🌟 Google lanza cursos gratuitos en español para Argentina

🌟 Google lanza cursos gratuitos en español para Argentina

🛡️ Consejos de Google para proteger tu cuenta de Gmail de posibles Ciberataques

🛡️ Consejos de Google para proteger tu cuenta de Gmail de posibles Ciberataques

Mascotas en la Era Digital y la Tenencia Responsable

Mascotas en la Era Digital y la Tenencia Responsable

¡Sé Parte del Futuro Distópico de Sáenz Peña!

¡Sé Parte del Futuro Distópico de Sáenz Peña!